
La osmosis, basada en el equilibrio, es un método que nos permite obtener agua de la mejor calidad gracias al paso de un disolvente a través de una membrana semipermeable, la cual permite el paso de algunos tipos de partículas, pero no de todas. Al suceder la osmosis, se crea una diferencia de presión en ambos lados de la membrana semipermeable conocida como presión osmótica.
Pero ¿qué ocurre si aplicamos una presión mayor a la presión osmótica? Se produce el efecto contrario, la osmosis inversa: la filtración más avanzada para la purificación de agua sin necesidad de ningún compuesto químico.
El objetivo principal de la osmosis inversa es el de poder obtener agua pura a través de un caudal de agua que no lo es.
En la osmosis inversa se aplica una presión superior a la osmótica para impedir el paso de las sales y otros contaminantes. Las membranas utilizadas en la osmosis inversa son semipermeables y están diseñadas específicamente para que el agua pura se mueva de una lado de la membrana al otro evitando así el paso de la gran mayoría de contaminantes que el agua sin tratar contiene. Durante la filtración mediante este proceso se eliminan, casi en su totalidad, todos aquellos elementos contaminantes que están disueltos en el agua impura como pueden ser la cal, los nitratos, iones, metales pesados, pesticidas… y elementos patógenos como los virus o las bacterias.
En resumen, en el tratamiento de agua mediante osmosis inversa, gracias a la presión sometida, los sólidos disueltos en el agua y con un mayor tamaño molecular quedan “atrapados” en la membrana separando así el agua más pura (permeado) del agua que contiene más sales, impurezas y otros contaminantes (rechazo). De este modo se proporciona un agua de mayor calidad, libre de contaminantes (en un 99%), beneficiosa para el consumo, con un estupendo sabor y siendo respetuosos con el medio ambiente ya que este sistema no utiliza ni produce ningún químico que contamine.